La alegría verdadera tiene que ver con ciertos contactos profundos, sutiles.
Llega sin avisar, en forma de serenidad, de certeza, de calma.
Diremos: “para estar alegres es preciso que se den ciertas condiciones externas, y estas condiciones no se dan”.
La sociedad nos habla solo de la alegría de los logros externos: en forma de victorias, de premios, posesiones. Es una alegría aparente, impostada.
Pero la alegría es una construcción interior que nada tiene que ver con lo externo.