El olvido es la plasmación, interior y exterior, posterior al perdón. Es, tras haber perdonado, no volver a recordar nunca más la acción.
Olvidar es borrar de la memoria del disco duro de la mente, los agravios y desvaríos que:
· nos hicimos a nosotros,
· hicimos a otros y,
· nos hicieron otros a nosotros.
Es borrar la pizarra y empezar de nuevo.
Es coger un cuaderno nuevo y re-escribir la historia sin borrones ni tachones.
Olvidar es la ducha mental, recomendable, para pisar la alfombra del Amor.
Compréndase y entiéndase, que una cosa es olvidar y otra recordar. Podrás recordar los sucesos, pero se han de olvidar. Y olvidar es no volver a echar en cara aquello pasado que sólo suma más rencor. Olvidar es no tener en consideración nunca más lo que fuera que tanto nos agravió.
Sin el olvido se establece la condición sin la cual no se puede continuar para salir del sufrimiento que otorga el rencor almacenado.
El recuerdo permanece, pero el olvido es posible.
Olvidar es no dejarse anclar por el pasado.
Olvidar es no rememorar y dramatizar renovadamente el sufrimiento.
Olvidar es simplemente renacer. Empezar de cero sabiendo que estamos más cerca de la meta que antes. Y la meta, cuanto menos, es ser feliz.
Olvidar es no tener en cuenta el pasado, mirando al futuro desde el presente sin más rencor, sin más angustia, sin más odio.
Olvidar es un placer que hay que experimentar.
Olvidar es despertar de un sueño maltrecho a una mañana espléndida.
Para olvidar es imprescindible ser solidario contigo mismo, pues la solidaridad bien entendida empieza por uno mismo, o lo que es lo mismo, con la empatía a uno. De esta manera se pueden olvidar las cuestiones pasadas para que no sigan repercutiendo en el presente y continúen afectando en el futuro. No hacerlo (no olvidar) es una muestra de intolerancia contenida hacia uno mismo que no lleva más que a la acumulación de problemas posteriores.
Rememorar el rencor es como remover los excrementos que tenían que esta más que perdonados. ¡¡Apártalos!! Y persiste en tu construcción hacia la felicidad, lo contrario sería iniciar una destrucción. Una autodestrucción devastadora. Y ello es perder la vida en una venganza que no soluciona nada. Al contrario, aumenta el padecer; pero ese padecer es en uno mismo, en especial.
¿Hay algo que aún no puedas olvidar? Si es así, no podrás avanzar hacia una vida en felicidad.
Olvidar es así de sencillo: es no volver a tener en atención lo que pasó. De lo contrario se estaría de nuevo juzgando y criticando sin dar opciones y oportunidades.
Es posible olvidar y alejarse de quien produjo los efectos a sabiendas de que volverá a repetirlos; pero hay que olvidar para vivir en sanidad mental. Que se olviden los agravios recibidos, no implica que de nuevo se tenga que recibir a tal persona para que vuelva a instigar y hostigar; y si fuera el caso, hay que provocar la distancia, por tu salud mental, anímica, emocional y física. Y hacer esto consiste en aplicar la distancia conveniente a personas agresivas, destructivas, supresoras, represivas y/o sofocantes, sean quienes sean. Hay que ser muy tajante con ésta medida. Y, si es necesario o llegara el caso, no volver a entablar diálogo a menos que se pueda controlar las acciones que se reciben de manera desproporcionadas hacia uno. No hacerlo es entrar en los juegos de poder y provocar que el desequilibrio se produzca en una chanza absurda que revierte en sufrimiento reiterado.
Además, también puede ser el alejamiento de los lugares donde sucedieron hechos dramáticos (traumas) de nuestro pasado. Ello contribuirá a que no nos puedan afectar ésas circunstancias pasadas al estar en esos lugares que sólo producen la reestimulación del pasado con todos sus miedos y los fatídicos juegos de dominación, de poder, en la relaciones humanas.
Llegado el caso, la mejor actitud y decisión, es el alejamiento de todo aquello que produjo cualquier deterioro recibido. No obstante, siempre es imprescindible el olvido. De lo contrario, el tiempo pasado se reiterará con persistencia en forma de odio impulsivo o venganza furtiva, y estas dos compañeras de viaje no ayudan a encaminar la construcción armónica en cualquier relación humana, en especial la de uno consigo mismo. Es mejor dejarlas en el camino del olvido a pesar de que el recuerdo quede archivado en la mente. Hacerlo, se persiste, es ser solidario con uno mismo. Es ser empático con uno, pieza clave para el olvido.
Olvidar, no requiere seguir ningún procedimiento o aplicar una fórmula, es tan simple como se ha mencionado. Es dejar que las causas de otros no nos afecten ahora, en la vida cotidiana. Es querer ser uno la Causa de sí evitando que los demás se apoderen del momento actual que nos pertenece por derecho propio. Al hacerlo, se tendrá el poder de la vida en las manos, y la existencia empezará a ser algo magnífico, muy dulce y deleitoso.
Sólo has de olvidar para empezar a disfrutar y disfrutarte.
Fuente: http://www.psico2-sevilla.es/para-reflexionar/olvidar/
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